miércoles, 14 de noviembre de 2012

Guido de Arezzo


Durante la Edad Media, los cantores de las catedrales y monasterios empleaban varios años de su vida en aprender de memoria  todas las melodías gregorianas.
Y mas les valía no equivocarse, si esto pasaba eran severamente castigados.

Guido de Arezzo, monje italiano del siglo X, sufrió en sus carnes estos castigos, por eso ideo una forma de aprendizaje para que cualquiera en muy poco tiempo pudiera cantar cualquier melodía.

Para ello trazó en un papel cuatro líneas horizontales de diferentes colores ( tetragrama) y situaba sobre ellas, las notas o los espacios intermedios.

Además puso nombre a cada nota, para que bastase recordar el nombre  e inmediatamente se pudiera cantar el sonido.


En la Edad Media, las notas se denominaban por medio de las primeras letras del alfabeto: A, B, C, D, E , F, G ( comenzando por la actual nota La)

Entonces se fijó, en que un famoso himno dedicado a San Juan Bautista, que solía cantarse  en esa época conocido como Ut queant laxis, que tenía la particularidad de que cada frase musical empezaba con una nota superior a la que antecedía.

UT queant laxis
RE sonare fibris
MIra gestorum
FAmuli tourum
SOL ve polluti
LAbii reatum
Sancte Ioannes

En este himno tiene su origen el nombre de las notas. Guido tuvo la idea de emplear la primera sílaba de cada frase para identificar las notas que se entonaban con cada una de ellas.

La nota SI no tenía una altura fija, por lo que en ocasiones recibía el nombre de “be mollis” ( de ahí viene la palabra bemol) y en otras ocasiones recibe el nombre de “be cuadratum” ( de ahí viene el becuadro).

Gudio de Arezzo denominó a este sistema de entonación solmisación y más tarde se le dominó solfeo.

Posteriormente se incorpora la nota SI en el S. XVI, tomando para su nombre las iniciales de San Juan ( Sant Ioannes ).

Más tarde, en el siglo XVII, Giovanni Battista Doni se dio cuenta que la primera silaba era un poco incómoda de pronunciar y la cambió por la sílaba DO, que se adaptaba mejor al canto y es la que conocemos.

El ingenio de Guido no se termino aquí, en esa época los libros eran muy escasos, por lo que usó sus propias manos como instrumento de enseñanza.