lunes, 5 de noviembre de 2012

Hércules. Fundador de Sevilla


En el siglo X antes de Cristo llegaron los primeros navegantes fenicios a las costas hispanas. Uno de ellos, llamado Melkart era más atrevido y sobrepasó el estrecho de Gibraltar, límite conocido del mundo en aquella época. Bordeando la costa encontró la desembocadura del Guadalquivir, que en aquella época se encontraba a la altura de Coria del Río, y remontó su curso hasta el lugar en el que hoy se encuentra Sevilla. En un brazo del río situado en la zona de Plaza del Salvador-Plaza de la Pescadería estableció una colonia comercial, que recibió el nombre de Spal, “llanura junto a un río”.




La leyenda afirma que, sin embargo, aquellas tierras ya estaban pobladas por los turdetanos, que al mando del rey Gerión, vivían del comercio de las pieles y cueros de los numerosos toros bravos que ocupaban colinas y llanos de la región. Melkart derrotó a Gerión y no sólo lo sometió a vasallaje comercial, sino que impuso la religión egipcia sobre las creencias primitivas que profesaban los turdetanos. Cuando murió, fue considerado héroe, santo y dios, cambiándose, con el tiempo, su nombre, primero por Herakles y más tarde por Hércules.
La realidad es que los ciudadanos fenicios de las ciudades originarias, Tiro y Sidón, denominaban turdetanos a los fenicios establecidos en estas tierras.
Sin embargo, los ciudadanos de Sevilla siempre han reconocido oficiosamente a Hércules como fundador y, por ello, encontramos su efigie en el arquillo del Ayuntamiento (a la izquierda, mirando de frente en la fachada que da a plaza de san Francisco) y, acompañando a Julio César, en las columnas de la Alameda que lleva su nombre. Columnas que procedían del templo dedicado a Apolo que se descubrió en la calle Mármoles. 

Lo del templo de Apolo hay que matizarlo. Recientes descubrimientos han considerado que  las columnas no proceden de un templo, sino del pórtico del antiguo Foro romano de la ciudad. Igualmente se ha comprobado que no proceden de Egipto, como se afirmaba popular y alegremente, sino que se trata de un granito gris (no son de mármol, a pesar del nombre de la calle) típico de Turquía. También se afirmaba que databan de la época de Julio César, pero la datación científica las han situado en época imperial, entre finales del siglo I y principios del siguiente.

Estas columnas no fueron descubiertas al público hasta el siglo XIX, ya que se encontraban dentro de la casa que ocupaba aquel solar (parecido a lo que ha sucedido recientemente con el claustro románico de Palamós). Se sabe a ciencia cierta que existían ocho columnas, según recogen cronistas de la época: de dos de ellas no se sabe nada; otra se cayó durante su transporte y quedó destrozada; dos más se encuentran en la Alameda de Hércules; las tres restantes permanecen en la calle Mármoles.
También en el arco que existía en la Puerta de Jerez, destruido en el siglo XIX, había una inscripción en latín, cuya transcripción sería:

Hércules me edificó
Julio César me cercó
de muros y torres altas,
y el rey santo me ganó
con Garci Pérez de Vargas.


Fuentes: Leyendas de Sevilla